San Juan Bosco, sacerdote santo y padre de los jóvenes, solía decir con profunda convicción: “La santidad consiste en estar siempre alegres”. Esta frase, sencilla pero llena de sabiduría evangélica, nos invita a redescubrir la alegría como un verdadero camino hacia Dios. La alegría cristiana no es una emoción superficial ni un simple buen ánimo. Es el fruto de un corazón que vive en gracia, que confía en la bondad de Dios y que experimenta su presencia en lo cotidiano. Quien vive unido al Señor, incluso en medio de las dificultades, conserva la paz y el gozo del Espíritu Santo. Don Bosco comprendió que un corazón alegre es un corazón abierto a la gracia. Por eso, en sus oratorios, fomentaba un ambiente lleno de fe, amistad, juegos y oración. Él sabía que la verdadera santidad florece donde reina la alegría, porque Dios mismo es la fuente de todo gozo. Hoy, más que nunca, estamos llamados a testimoniar una fe alegre, capaz de atraer, de consolar y de renovar. Que nuestras comunidades cristianas sean lugares donde la alegría del Evangelio se viva y se comparta, como lo soñó San Juan Bosco. Pidamos al Señor la gracia de vivir con un corazón alegre, y a María Auxiliadora, Madre de la Iglesia, que nos enseñe a encontrar a Jesús en lo sencillo, en lo cotidiano, y especialmente en la alegría de sabernos amados por Dios.